No me mueve, mi Dios, para quererte
El cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte-
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
Muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera;
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Este soneto, es un diálogo directo con Cristo.
Poema atribuido a diversos autores Santa Teresa, San Ignacio, Lope de Vega, Fray Miguel de Guevara…