Cada año, con la llegada de los Reyes Magos de Oriente renuevo mis años de mi niñez plasmándome a la edad de 10 a 12 años con la alegría de recordar otro año mas de aquellos Reyes Magos, y de aquellos regalos que me traían sus Majestades desde aquél lejano Oriente en los que reflejo aún más esos anhelos.
Recuerdo que tenía que escribir una carta a sus Majestades para pedir el juguete de mi ilusión como la de mis siete hermanos, yo como el mayor de todos ellos era el que tenía la responsabilidad de hacer el escrito de la carta .Era una felicidad la que sentía dentro de mi cuerpo al tomar el lápiz entre mis pequeños dedos, – si un lápiz -, supuesto que por aquellas fechas (años 1937 o 39) no existían los bolígrafos que hoy día son con los que más escribimos normalmente. La escritura de la carta era más o menos el comentar que habíamos sido buenos durante el año, que hacíamos caso a nuestros padres etc .etc, eran letras escritas llenas de amor, cariño y mucha felicidad.
La redacción se dedicaba exclusivamente en pedir juguetes a los Reyes Magos con nuestra creencia de que ellos eran los que podían traerlos, ya que nuestros padres carecían de medios suficientes para hacerlo puesto que como antes he manifestado en mi casa nos juntábamos ocho hermanos… mi padre era albañil… su jornal apenas daba para el sustento de la vida común.
Aquellas noches del cinco de enero de cada año de las que jamás podré olvidar nos acostábamos bastante temprano para esperar a esa mañana siguiente y poder descubrir aquellos regalos que nos pudieran haber traído Melchor, Gaspar y Baltazar. Quiero recordar lo que nos costaba quedarnos dormidos por lo larga que se nos hacía esa mágica noche de Reyes Magos.
Al llegar la mañana despertábamos llenos de ilusión y corriendo nos dirigíamos cada uno de nosotros al lugar donde habíamos dejado las zapatillas, creyendo que de forma milagrosa estaban nuestros solicitados juguetes; muchísimas veces quedábamos traumatizados al comprobar que nuestra fantasía e ilusión quedaba en una respuesta falsa al observar que en ninguna de nuestras zapatillas estaba lo solicitado en nuestras cartas…¡ de verdad que tristeza quedaba en el interior de aquellas mentes infantiles! …
Mi niñez siempre creyó en esa magia que rodea la llegada de los Reyes Magos… nunca creía fuera mentira el paso de esos Reyes por nuestra casa., todo lo contrario…mi inocencia y mi ilusión siempre estaba abierta esperando algo de ellos…ahora a mi edad pienso lo mucho que tendríamos que sufrir tanto mis hermanos como yo por no recibir el juguete de nuestra ilusión , si , es ahora cuando mas me llega al corazón aquellos años pasados de nuestras niñez, pienso en cuantas sonrisas no se dibujaron en nuestras mejillas y cuantas lágrimas de inocencia pudimos derramar.
Con mi relato no pretendo ganarme un premio ni el corazón de nadie, solo pretendo compartir con todos vosotros mi historia y recordar mi niñez, créanme que este es divertido para mi, siempre me ha gustado enriquecer la inocencia de la niñez, la mentira va saliendo conforme van pasando los años.
¿Será que en el fondo, a los niños les gusta ser engañados?..¡La fantasía infantil hace que este valle de lágrimas que es el mundo, aparezca a sus ojos como un mundo mágico y sorprendente!
¿No seremos los adultos lo que, al creernos desengañados, vivimos engañados?…
¡El mundo es sorprendente y la vida es una maravilla renovada constantemente! ¡El paso del tiempo es el ladrón más cruel de la inocencia de los niños!
La noche de Reyes es lo único de estas fechas que para mi sigue teniendo valor…no por el consumismo o la obligación de regalar, sino por ese recuerdo a la infancia…es más ,hoy día mis seis nietos ya algunos de ellos bastantes mayores de edad aún siguen viniendo a casa de este abuelo a ver lo que sus Majestades le han traído como regalo; siendo para mi la mayor recompensa que Dios me pueda dar en estos maravillosos días y hacerle ver a ellos la valentía que han de poseer para continuar haciendo igual con sus hijos.